12/9/09

El olfato en la Aromaterapia


El olfato en general:

Para mantener en función nuestro sentido del olfato son necesarios varios pequeños pasos y procesos. Además del trabajo sin fricciones de complicadas centrales nerviosas en el cerebro, nuestra capacidad de olfato depende en gran medida de una nariz intacta y está estrechamente relacionada con la respiración. En consecuencia, si respiramos por la nariz, las sustancias aromáticas pueden despertar en nosotros sensaciones mucho más intensas que con la respiración bucal. Podemos aumentar la capacidad de olfato husmeando y olisqueando. Por ejemplo, si husmeamos u olemos una rosa, las células olfativas absorben muchas más moléculas aromáticas que con una respiración nasal normal, pues en este caso el aire inhalado fluye únicamente a través de la zona inferior de la cavidad nasal, mientras que la región olfativa se encuentra en la parte superior. En cambio, con la respiración bucal no se constata casi ningún contacto del aire inspirado con la región olfativa.
El proceso del olfato: a través de la respiración, las sustancias aromáticas procedentes de la fuente de los aromas llegan a la nariz y de allí a los cilios de las células olfativas. Las células sensoriales toman este estimulo y lo transmiten a través de las fibras nerviosas por las aberturas de la lámina cribosa del etmoides al bulbo olfatorio. La transmisión del estímulo se produce por los nervios craneales directamente al sistema límbico.

El olfato no solo regula algunas de las funciones físicas vegetativas, también ejerce influencia sobre toda nuestra personalidad y sobre nuestro mundo emocional. Esto significa, entre otras cosas, que determinadas estructuras cerebrales (sistema límbico, hipotálamo, tálamo), responsables no solo de los procesos físicos sino también de los procesos emocionales, están en contacto muy estrecho con nuestro sentido del olfato. Por medio de estas centrales de conexión y regulación los mensajes aromáticos ejercen influencia sobre la generación de determinados sentimientos, patrones de comportamiento y de reacciones físicas.
En teoría podemos distinguir hasta entre 10.000 aromas diferentes y almacenarlos en nuestra memoria, una habilidad que en esta forma no es común ni para los animales. Pero, en realidad, estos representan solo un tercio de las sustancias aromáticas que se encuentran en nuestra atmósfera, de los cuales podemos distinguir a su vez sólo unas 200 entre sí.En resumen puede comprobarse que nuestro bienestar general depende más de lo que sabíamos hasta ahora de nuestra capacidad olfativa.
Observando desde el punto de vista anatómico, el ser humano pertenece a los seres vivientes que poseen una región olfativa relativamente pequeña, pero con un considerable rendimiento. Por ejemplo, un ser humano puede oler e identificar la sustancia aromática denominada vainillina que se encuentra en el aire aun en las más pequeñas concentraciones. Algo similar sucede con el almizcle, una sustancia aromática obtenida de las glándulas sexuales del ciervo almizclado. Con la respiración nasal, olemos esta sustancia, de la que se dice que tiene fuerte influencia sobre nuestro comportamiento sexual, aunque esté presente en cantidades muy reducidas. Comparando con el almizcle, solo podemos percibir el aceite de menta en una concentración 500 veces superior. Esto llama la atención si se tiene en cuenta que el aceite de menta tiene un aroma muy fuerte.